Jay está molesto por la situación de Pristine y luego se le ocurre una idea. Le dice a Pristine que se deje puesta la ropa de su cita y se reúna con él en la cocina en una hora. La comida no es especialmente sofisticada y Jay está vestido con un traje que le queda un poco grande, pero Pristine aprecia el esfuerzo. Después de la cena, Pristine está muy agradecida por la amabilidad de Jay, aunque inocentemente reflexiona sobre cómo Jay no puede hacer TODO lo que le gustaría para sentirse especial en la cita.